domingo, 30 de octubre de 2011

"La Guerra del Alma" Capítulo 7: A las puertas de la Verdad

En la radio del coche sonaba un bonito tema cuyo verso final había cautivado al chico desde que la escuchó por primera vez. "Cuentan que, las noches de invierno se ve nacer una flor donde no llega el sol, por amor...". Eran las 21:30 cuando terminaba la canción y el coche entraba en la Bien Cercada. Condujo a lo largo de la Avenida Requejo hasta el parque de la Marina. Bajó por la Avenida Portugal hasta llegar al paseo del río Duero el cual siguió adelante hasta Olivares donde aparcó. Dejó su equipo en el coche y entró en un bar para cenar algo. La noche prometía tensa a la par que entretenida y antojadiza. Siempre habñía soñado con hacer una misión, infiltrarse en algún lugar al estilo peliculero para encontrar un tesoro o algo parecido.

Volvió al coche, se cambió de ropa y metió en la mochila una linterna, el ejemplar del libro, pilas, un cincel y un pequeño cepillo. La noche invernal le ayudaba a esconderse mientras subía a la muralla. Frío, niebla y calles vacías le hacían pasar desapercibido ante el bosque de piedras y edificios románicos que celebraban la Navidad.
Se encontraba ante la Rúa. Buscó el número 22. Cuando llegó se encontró un edificio moderno, de reciente construcción y muy alejado del castillo.
- No puede ser, esto está muy lejos. Creo que me he equivocado con el número, no es 22, debe ser otro, un múltiplo quizá.
Se sentó en un banco a analizar la tabla. La miró de todas las formas posibles y solo veía el 22 resultante.
-22, 22 y 22. Solo hay 22, 4 filas que dan 22 y 4 columnas que dan 22... -y entonces llegó la inspiración- un momento. Si sumamos los ocho 22 que hay da 176. Pero no hay ningún portal con el número 176 en la Rúa. Tal vez no sea el número del portal sino la distancia... ¡Claro! la distancia que hay desde el pasillo.
Retrocedió hasta la fortaleza y se paró en la puerta principal. Volvió a mirar la matriz y con decisión dio 176 pasos llegando a la primera casa de la Rúa. Allí una pequeña losa de granito cayó junto a sus pies desde la pared: "Aquí vivió Don León de Castro Garcés, segundo jefe de Imprenta de Zamora hasta su muerte en 1576".
-Así que lo guardó en su propia casa, claro, que mejor lugar para uno de sus libros preferidos.
A pesar de ser una casa reconocida no presentaba un buen estado, estaba abandonada y sin restaurar. La puerta estaba cerrada con un candado de gran tamaño y la ventan del bajo estaba cubierta con unos listones de madera. El chico bordeó el edificio por unos de los lados y vio que había una tapia que separaba la calle de un posible corral o patio interior. Hizo ademán de su recuerdo como montañero años atrás y sin pensarlo escaló la pared de piedra. Al otro lado le esperaban montones de aperos de labranza, tejas, basura tirada por la gente y una puerta que daba acceso al interior de la vivienda. Esta tenía un cerrojo algo oxidado pero no era nada del otro mundo para una buena horquilla o tarjeta. El chico usó el carnet de la universidad para entrar, introduciéndola por la ranura de la puerta. A los segundos y después de un click, se encontraba dentro de la casa de Don León de Castro. Una antigua cocina con chimenea le daba la bienvenida a su particular isla del tesoro. Sen sentó en una vieja silla y abrió el libro para buscar más pistas. Sujetó la linterna con los dientes para tener las dos manos libres.
"Bajo el Caparazón de la Tortuga está la entrada al Gusano". Otro enigma pero este, y gracias a la ayuda que don Herminio le había prestado, no le resultó nada dificil. Sin duda el gusano era un túnel, uno de esos túneles que le contó el historiador que existían en Zamora. Bajo el Caparazón de la Tortuga no podía ser otra cosa que bajo la casa, ¿que es sino el caparazón para la tortuga?. El chico, contento, bajó unas escaleras carcomidas que daban al sotano. Allí alumbrando con su linterna admiró viejos trastos, botes de tinta seca, plumas... Una alfombra decoraba el suelo.
-No puede ser tan fácil.
La retiró y vio una trampilla. La abrió y una corriente de viento gélido se escapó del túnel. Allí estaba la entrada a las entrañas de la ciudad. Si hubiera tenido más tiempo, los exploraría uno a uno pero no lo tenía, debía salir de allí antes del amanecer.
Descendió por una escalera hasta el fondo donde empezaba el corredor horizontal. "el gusano se lo ComIó y aquí mIsmo lo dejó".
-¿Porqué esas tres letras están marcados? ...y aquí mismo lo dejó, ¿donde es aquí?, ¿en la entrada?, ¿en la casa?. No más de 20 minutos tardó en darse cuenta que "aquí mismo" se refería a la frase, el enigma marcaba la situación, CII, 102 pasos en el interior del túnel.
No sin dificultad, sorteando piedras sueltas, telarañas enormes y ratas traviesas hizo el camino señalado. La linterna le empezaba a fallar y tuvo que cambiar las pilas. Por fin llegó al punto señalado, 102 pasos. En la pared había una marca, una especie de rectángulo con varios dibujos, un árbol, una montaña y un sol, algo desfigurados por el paso del tiempo. Cogió el cincel y el cepillo y empezó a excavar. Al rato ya asomaba una tela que cubría algo consistente. Era rectangular, de gran tamaño. Lo descubrió, ahí lo tenía. el libro original. No podía creerlo, por fin tenía el libro cuya historia, o mejor dicho, cuya protagonista invadía su mente desde hacía poco más de medio año. No dudó en abrirlo y examinarlo. Pero el túnel no era sitio cómodo para pararse a leer por lo que emprendió el camino de vuelta a la casa de Don León. Al llegar a la trampilla oyó voces que venían del piso bajo. Había gente en la casa.
-Aquí no parece que haya entrado hoy nadie, esto está igual que siempre.
-Pero capitán, la puerta de atrás estaba abierta.
-Esto puede haber sido de cualquier otro día, ¿cuántos habrán entrado aquí antes?, ya te digo que hoy no ha entrado nadie, estoy  hasta las narices de esa señora, todas las noches llama por algo y nunca pasa nada.
El chico comprendió que alguien avisó a la policía. Le verían saltar la tapia desde alguna ventana vecina. Con cuidado cerró la trampilla y se adentró de nuevo en el túnel. Debía confiar en que habría otra salida.
Media hora después empezó a notar una suave corriente de aire frío. Subió una escalera y abrió la puertecita que comunicaba con el exterior. Al salir se dio cuenta que estaba en la otra orilla del Duero, en el huerto del convento de las Dueñas. Salió por una puerta trasera y se dirigió al Puente de Piedra. Lo cruzó y volvió a Olivares donde tenía el coche. Eran casi las 3:30, había despistado a la policía.
En el coche, descansando de su aventura abrió el libro para compararlo con su copia ejemplar. No había tablas ni acertijos, no había notas al pie de página, estaba escrito a mano, con una letra... con la misma letra de la carta.
-Es ella, ahora si que no hay duda. ¿Como consiguió llegar al siglo XXI?, ni idea, pero es ella. Que mujer tan misteriosa, es... única.
Por el este, el resplandor del alba empezaba a hacerse visible, tenía que volver a Valladolid. Esta vez, por culpa del cansancio, tardó algo más en llegar. A las 8 de la mañana entraba en su casa con su mochila, su linterna, su cincel, su cepillo y sus dos libros.